Aquella tarde no se había parado ni un momento a mirar el reloj, odiaba el cínico movimiento de las agujas obligándola a seguir avanzando, siempre había querido poder parar el tiempo y pasarse largas horas contemplando como la marea de aquella playa subía y bajaba sin parar. A veces hasta tenía la impresión de que lo lograba cuando el atardecer se le antojaba un poco más lento de lo normal.
Llegaba tarde al lugar donde nadie la esperaba, tan sólo ella misma.
Se sentó en el mismo banco de siempre en la misma playa de siempre, a la hora de siempre, pero ella no era la de siempre.
Cerró los ojos a sabiendas de que al abrirlos se habría perdido lo que para ella era el espectáculo más bonito del mundo. Pero en aquel instante no le importaba. Por primera vez en mucho tiempo se sentía entera. Por primera vez en mucho tiempo no sentía el viento y el miedo pasando a través de su piel. Por primera vez en mucho tiempo se sentía viva.
Y eso le encantaba.
A.
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Làpiz y rotuladores.-27/03/2014-.Alba R.Porlan |