jueves, 27 de marzo de 2014

Era una chica de viejas costumbres y de andares suaves. Solía volver a aquellos lugares en los que alguna vez había sido feliz aunque al hacerlo sólo se encontrara nostalgia. Llevaba tanto tiempo cosiendose las heridas con las manos temblorosas que al tocar-se porfin la cicatriz no podía evitar sentirse rara. Pero le gustaba sentirse rara...siempre habia huido de la normalidad. Al fin y al cabo así era ella, y era algo de lo que sabía que nunca se podría desprender.

Aquella tarde no se había parado ni un momento a mirar el reloj, odiaba el cínico movimiento de las agujas obligándola a seguir avanzando, siempre había querido poder parar el tiempo y pasarse largas horas contemplando como la marea de aquella playa subía y bajaba sin parar. A veces hasta tenía la impresión de que lo lograba cuando el atardecer se le antojaba un poco más lento de lo normal.

Llegaba tarde al lugar donde nadie la esperaba, tan sólo ella misma.
Se sentó en el mismo banco de siempre en la misma playa de siempre, a la hora de siempre, pero ella no era la de siempre.

Cerró los ojos a sabiendas de que al abrirlos se habría perdido lo que para ella era el espectáculo más bonito del mundo. Pero en aquel instante no le importaba. Por primera vez en mucho tiempo se sentía entera. Por primera vez en mucho tiempo no sentía el viento y el miedo pasando a través de su piel. Por primera vez en mucho tiempo se sentía viva. 

Y eso le encantaba.




A.



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Làpiz y rotuladores.-27/03/2014-.Alba R.Porlan

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